miércoles, 29 de agosto de 2012

Anacreónticas insensibles

Un nuevo eón

Del barro que me encarcela
Suben vapores de menta y jazmín,
Que cubriendo mi rostro desnudo
Ahogan mi corazón que late.
Dos hermanas suyas aparecen,
De esmeralda la una y de rubí la otra.
Entre las tres me rodean con sus labios
Mientras el tiempo llueve sobre mi espalda.
Una mano toca mi hombro
Y al volverme me topo cono los ojos amarillos de una rapaz,
Incrustados en el nuevo rostro del hostigador.
El joven se despoja del manto azulado que envolvía su cuerpo,
Y me cubre la cabeza y los hombros.
Se da la vuelta y se aleja por una campiña anegada por el limo.
Coronado por el hijo,
Ahora mi deseo es la llave de los secretos durante dos milenios.

Acción

Todo está quieto.
Inmobil en el aire y en el agua.
En una naturaleza que es de piedra.
Un mundo que está seco y debería estarse undiendo.
Unicamente el fluido de mi sangre, que retumba contra mis tímpanos, parece tener algo de vida.
Un mínimo de calor.
Unos ojos sin rostro y una cara sin nombre.
Carne anónima que no es de nadie.
Ningún dedo señalará porque no es el momento.
Hay que comprender la acción para saberlo y yo lo se.

¡O!

Rompe mis costillas y sigue su ascensión hasta la cabeza
Me despedaza y se alza gloriosa hacia la bóveda del cielo,
De escamas bermejas y ojos irisados,
Encorva sus músculos de acero hasta que sus colmillos
Se hunden en su propia carne y por su boca corre su sangre
¡O!
Se desvanece en dorados copos de nieve.

Soga

La cuerda se desliza sobre la piel de mi cuello como una lengua de fuego que abre mi carne y deja al descubierto el blanco de los tendones, lo correoso de los nervios.
Mi cuerpo es devorado por un calor asfixiante, enfermizo y pegajoso.
Hay algo almizclero suspendido en el aire que me hace supurar asco.
Oigo arrastrarse el miedo.
For God sake! Es hora de largarse de aquí...

Frialdad

Puede ser la carne un orbe frío.
Inmenso.
De proporciones exageradas.
Etérea al tacto.
Menos que piel y mas que aire.
Mi deseo es real.
Pero mi deseo no es el mundo.
Porque el mundo es un mosaico.
Y de cerca se ven los cristales rotos en la noche.
Afilados, apuntando a mi artérea para recordarme que aun puedo sangrar.
El cemento espera sediento mi precioso líquido, pero todavía le toca aguantar.
Igual que yo.
Y solo el vacío me contesta.
Denso.
Pesado hasta apretarme las costillas.
Mis huesos comienzan a crugir.
No se, si es el universo que finalmente se cae.
No importa, supongo.
Si está vivo o no, tampoco me contesta.
No me dice nada.
Solo veo unos ojos de oscura mirada.
Pero no llego a tocarlos para saber si son de piedra o carne.
Quizás del mismo aire que se cuela en mi interior.
Silencioso.
Asesino.

Horas

Una hora se me escapa,
como todas,
inexorable y lentamente.
Agonicamente.
¿Y si vivo en el recuerdo de un fragmento?
Fragmento o sueño.
¿Quién puede decirlo a estas alturas?
A estas horas de la noche.
De una noche egipcia y extraña.
Sin sombra, sin luz y sin noche.

Agua gélida

Miro en el fono de las aguas.
En un lago que no me devuelve la imagen.
Quietas y duras.
Penetro en el hielo pero no hay atisbo de luz.
Solo el eterno silencio.
Ese silencio que vuelve a mi.
Una y otra vez.
Un lago helado es igual al agua envenenada, su agonía es mas lenta.
El tiempo es su diferencia.
Undí mis manos en él y salieron secas, como si no fuese agua.
Como si estuviese vacío como las cuencas de los muertos.
Quizás sea hora de regresar.

Ceguera

En el espacio que cubre el aire, sereno y viejo.
Donde la arena corre sobre el asfalto,
el azul se hunde en la tierra y el gris continua su camino errante,
confuso,
ciego y sin objetivo.
Hablan de una estraña sensación de paz.
Como si nada tuviese importancia.
En este sentimiento se cuela el silencio.
Un silencio que parece mezclarse con la muerte.
Nací buscando lo eterno y morí encontrándome a mi.
¿Puedo volver a morir?
Entonces, muero encontrando el silencio.
Otro tajo.
Una nueva talla.
Una cicatriz que circunda mi cuerpo.
Y en el iris del ojo que cae al suelo, veo grabado un mundo árido.
El desierto agonizando por la locura.
Una locura que lo consume y lo convierte en cenizas antes de tocar este mundo.
Se esparcen.
Se separan y desaparecen en la paz del silencio.

La Caína

En las profundidades del Báratro...
En estas aguas heladas
me miran los rostros imperturbables de cuencas aciágas
oigo su risas siniestras debajo del hielo que los aprisiona,
me reconcen...
¿Hace tiempo que me esperábais verdad?
En el silencio aprecio vuestra respuesta afirmativa.
¿Sois capaces de ver mis facciones en esta penumbra?
Porque si me esperabais ahora sabeis que estoy aquí.

Thul-he-eh-N'ha

De que manantial nace el Leteo que me ha de regalar una joven,
mi deseo es la columna que sostiene el mundo
mientras se yergue sobre un damero de lapislázuli.
¡Roca cortada por el filo de Durandal!
Oigo el rumor del viento entre los árboles,
un destello marfileño se acerca a mi lugar.
Un zorro plateado con ojos de azafrán.
Alzado sobre sus patas traseras se metamorfosea,
ante mi se aparece una concubina en su desnudez
y su nombre es Thul-he-eh-N’ha escrito con caracteres orientales.
Juntamos nuestros cuerpos y nos fundimos en un beso,
de el nace una poderosa serpiente
que trepa por mi espalda hasta llegar a mi aliento.

Daga

Del cálido viento del sur,
se acerca una mujer como por el rocío envuelta
con una alondra en la mano,
porta un grano de uva en el pico.
Clavada en su vientre una daga
mana vino dulce y suave,
blanco como la sangre.
En su sonrisa asoman los eones
que se esconden a su espalda.

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