domingo, 2 de marzo de 2014

MUERTE A LA HORA DEL TÉ


Había ceniceros de plata y teteras plateadas georgianas. La vajilla, si no de Rockinham y Devenport, lo parecía. Los servicios “Blind Earl” eran en verdad primorosos. El té era el mejor de la India, Ceylán, Darjeeling, Lapsang... Y en cuanto a las delicadezas culinarias, podía pedirse lo que se quisiera...¡y conseguirlo! “

En el hotel Bertram - Agatha Christie

 


Hoy en día mucha gente coincidirá en calificar a la prolífica Agatha Christie como la reina del crimen literario. Quien más quien menos ha tenido alguna vez una de sus novelas entre las manos y ha pasado una agradable tarde lluviosa desentrañándola. No obstante, quizá ya sean menos los lectores que realmente se hayan sumergido en su mundo en toda su extensión y hayan intentado desvelar las claves de su éxito. Con 79 novelas de misterio a sus espaldas Christie ha demostrado poder superar las barreras del tiempo y ha llegado a muy diversas generaciones de diferentes nacionalidades ( sus libros han sido traducidos a casi cien lenguas) pero ¿ puede el glamour aristocrático anglosajón de principios del siglo XX sobrevivir a nuestra actual, moderna y ajetreada sociedad llena de estímulos audiovisuales? ¿ Seguirá interesando a los jóvenes del siglo XXI su literatura?

La respuesta a estas preguntas sólo el tiempo nos las dará pero es indiscutible que las novelas de Agatha, aún y siendo consideradas de “lectura fácil”, de entretenimiento o incluso folletinescas, tienen algo especial.

En primer lugar, ese ambiente ya mencionado de la alta aristocracia inglesa tan alejado de nuestra vida diaria actual pero que nos fascina con su distinción. Aunque también aparezcan personajes de clase humilde ( el correcto mayordomo, la poco discreta doncella, el malhumorado jardinero,...) la mayoría de historias de Christie tratan de gente con dinero y clase (pueblan sus páginas grandes duques, ricas herederas, familias burguesas venidas a menos, el típico gentleman que vive de rentas, un puñado de militares retirados, etc.). Retrata una época entre guerras, muy clasista y compleja en la realidad pero que en la ficción nos hace soñar con mujeres elegantemente ataviadas, en fabulosos caserones de la época victoriana, caballeros tomando sirop de cassis, partidas de bridge, grandes viajes a las colonias de Oriente Medio y bondadosas ancianas chismorreando mientras toman el sagrado té de las cinco. Ese glamour nos aleja de nuestros problemas cotidianos pero en todos los libros encontramos también un factor muy humano que nos engancha y nos identifica con los personajes.

Hablando de éstos debemos destacar al gran detective Hércules Poirot, con sus manías y su “orden y método”; un personaje de peso con una evolución muy interesante en las diferentes novelas. Es mucho más que el detective que resuelve todos los misterios y en la actualidad se ha transformado ya en un personaje fluctuante (como diría el gran Umberto Eco) saliendo de su propio mundo de papel, conquistando el mundo audiovisual, para pasar a formar parte del imaginario colectivo (¡aunque no haya leído ni un solo libro donde aparezca todo el mundo sabe quien es Poirot y conoce su inconfundible bigote!). En su época tuvo tanto éxito que la propia autora le cogió cierto antagonismo sintiéndose celosa de su propia creación pero creo que en más de una ocasión algún lector habrá lamentado que Hércules no exista en la vida real para poder consultarle en caso de apuro. Aprovecho para nombrar “El Telón” obra cumbre de todas las protagonizadas por el detective pero que paradójicamente recomendaría leer en último lugar o por lo menos cuando el lector haya desarrollado cierto afecto por el personaje.

Por otro lado, no debemos olvidar a la quisquillosa Miss Marple y a los no tan conocidos Tommy y Tuppence, entrañable pareja protagonista de aventuras con más acción y llenas de espionaje y mensajes en clave de las que siempre salen airosos a pesar de su imprudencia natural. Las novelas de Agatha también están llenas de magníficos personajes secundarios que van haciendo su aparición a intervalos regulares: El inspector-jefe Japp, el capitán Hastings, Madame Oliver (una sutil parodia de la misma autora),... A pesar de tan maravillosos y sólidos personajes habituales, en mi opinión, las mejores y más bien elaboradas tramas de la autora británica las encontramos en las novelas en las que no aparece ninguna de sus creaciones estelares y donde los protagonistas de cada historia nacen y mueren (nunca mejor dicho en este caso) en ella. Como ejemplo recomendaría al lector que quiera iniciarse en el mundo Christie que empezara con “Diez Negritos” o con “Noche Eterna”; dos pequeñas obras de arte.

Por lo que se refiere al estilo literario propiamente dicho no negaré que se trata de una lectura sencilla y asequible para todos los públicos (muchos de sus relatos se publicaban por entregas en revistas y periódicos semanales de la época). Es un estilo ligero pero bien construido y lleno de musicalidad. Siempre he creído ver en la buena literatura cierta similitud con la música. Dejando a un lado el contenido de un texto, un autor (aunque escriba en prosa) es capaz de imprimir ritmo y sonido a sus textos. Las novelas de Christie tienen esa música relajante que invita a la desconexión del mundo real (ideal para antes de acostarnos tras un día particularmente estresante ) como si de una terapia se tratara a la vez que pone a prueba nuestro ingenio. Agatha se enorgullecía al afirmar que ella siempre era honesta con el lector, a pesar de ser parodiada por todo lo contrario en la desternillante película del 76 “Un cadáver a os postres” de Robert Moore, y de proporcionarle todos los datos e informaciones para encontrar la respuesta por si mismo usando sus pequeñas células grises. No obstante, su éxito no radica únicamente en el reto que supone la resolución del enigma ya que sus novelas más deliciosamente diseñadas pueden resultarnos igual de interesantes , o incluso más, aunque las leamos por segunda o tercera vez y ya sepamos quien es el asesino.

La leyenda dice que la autora británica poseía una extraordinaria mente criminal, capaz de llevar a cabo el crimen perfecto e incluso que la policía le pedía consejo en los casos sin resolver de Scotland Yard. Por suerte para miles de lectores de todo el mundo, canalizó sus tendencias homicidas ( si realmente las tenía) en la literatura presentándonos los más variados e imaginativos asesinatos despojados de la sordidez que los caracteriza por naturaleza. A menudo se la ha criticado de relatar “crímenes sin sangre” e incluso fríos pero lo que en otro contexto nos repugnaría se nos ofrece en bandeja y acompañado de un taza de té fuerte y reconfortante con un punto de intriga y emoción como una “Muerte Deliciosa” (pastel que Mitzi, cocinera de Little Paddoks, suele preparar en “Se anuncia un asesinato”).
¿Alguien quiere un pedazo?

 





Anna Caballé