viernes, 7 de junio de 2013

Tocando un poco de jazz con los muertos

http://www.youtube.com/watch?v=BsaxODHI3fA



He dicho en un montón de ocasiones que mi rollo con la guitarra es una relación amor-odio. ¿No me entienden? ¿Lo digo para hacerme el interesante? Bah! Nada de eso importa. Lo que importa es que no hace mucho hice una jam con un colega. Un colega de los nuevos tiempos pero haciendo una jam como la de los viejos tiempos. Ahí algo se despertó en mí de nuevo.
Hemos dicho de versionar un tema de Roland Kirk con él y con una amiga que toca la flauta. Ayer mientras escribía la música y hacía los arreglos me puse a toca sobre la grabación original. Como cuando tenía 16 añitos y estaba aprendiendo… Fue tocando con los muertos cuando comprendí que significa la música para mí y el porqué había llegado a aborrecer la guitarra, a quemarme, a odiarla. Sucedió cuando quise convertirla en un objeto, en una “canción” como las que encuentras en un Lp, perdón, un cd cualquiera. ¿Por qué lo hice? Porque sentí la necesidad de abrirme a un mundo que no era el de los músicos y no comprendí que ese camino no lo debía recorrer con la guitarra.
Soy un músico de inspiración, de improvisación, de sesión. De encerrarme con un puñado de músicos birra en mano sin saber que vamos a tocar, como lo vamos a tocar o cuanto vamos a tocar. Comenzar con las ruedas y dejar que todo fluya, sacar fuera lo que pasa por la cabeza sin censura. Ha habido gente que me ha preguntado cómo puedo improvisar. En realidad es muy sencillo, solamente dejo que suene en mi cabeza y lo saco fuera. Sé que sonará bien. Para mí la verdadera maestría del instrumento consiste en esa comunión mística entre el instrumento y los músicos que tocan contigo. No es música para que lo escuche otra gente, es música hecha por músicos y para músicos. Como una conversación privada. Es como el lenguaje secreto de los pájaros que solo ellos comprenden.