lunes, 21 de abril de 2014

El arte insignificante



La gente no se sorprende cuando va a un museo y encuentra una obra abstracta. Nadie grita horrorizado al contemplar una escultura de Subirachs o un cuadro de Paul Klee. El arte abstracto está tan aceptado y tan asimilado que cuando conoces a alguien y te cuenta que le gusta dibujar o pintar la pregunta siguiente es: "¿Abstracto o figurativo?" Incluso a la gente que no le gusta este tipo de arte no tiene ningún problema en reconocerlo como una forma de expresión legítima. ¿Y si hacemos un experimento? Llama a un/a amigo/a cualquiera y déjale escuchar Pierrot Lunaire de Schönberg. La reacción normal es que sus ojos se abran y sus facciones se contraigan en una mueca de asco como si le hubieses dado a comer un plato de gusanos. Y cuando finalmente consiga hacer salir un sonido articulado es fácil que diga algo parecido a "Eso no es música" ¿Por qué? ¿Porqué un pintor puede hacer un cuadrado blanco sobre fondo blanco y ser admirado, mientras que un músico está condenado a limitarse  al canon de la armonía tradicional?
La actitud del público es diferente, cuando alguien ve una obra abstracta y no la entiende, antes de decir que es una mierda suele buscar información del autor y de la obra. Ahora bien, cuando ese mismo público se ve expuesto a la música, cualquier disonancia que contenga, cualquier complejidad, experimentación o lo que sea será percibida con rechazo. La gente quiere todo lo contrario, música sencilla y pegadiza o lo que es lo mismo, previsible y aburrida.
Entre esta actitud y la otra, entre contemplar un cuadro de Pollock y escuchar la MTV hay un mundo. Ante la pintura se mantiene una mentalidad abierta y receptiva, en cambio ante la música el público va con una opinión prejuzgada de lo que es buena música y si lo que se le muestra no se ajusta a ello el rechazo es automático y despótico. La frase que más se empleo para definir el free jazz que se inició en los 60´s fue "Eso no es música." En fin, yo adoro el free jazz y no tengo ningún reparo en reconocerlo.



La culpa es nuestra, de los músicos. Mientras que el escultor, el escritor, el pintor, etc. trabajan solos en su estudio durante meses o años y solo presentan su obra una vez está terminada, el músico se prepara para su representación en vivo. Para el segundo la tentación de dar aquello que le pide el público es demasiado fuerte. ¡Debe ser muy duro interpretar una obra de 30 minutos y que desde el cuarto compás de la partitura la gente te esté abucheando! El contacto con el público es demasiado intenso y le resulta difícil al músico no someterse a sus deseos. En cambio para el resto de artistas el contacto es mucho más lejano (a excepción del teatro) y es demasiado fuerte la tentación de ceder a los deseos del propio artista. Es necesario que el músico aprenda a no dejarse cohibir por las expectaciones que el público tiene o pueda tener y de vía libre a aquello que le está comiendo las entrañas. En cierta manera debe aislarse mentalmente, concentrar toda su atención en la energía que hierve en su interior y ser capaz de relajarse para que esta fluya libremente al exterior en un estado mental a medio camino entre la meditación y el éxtasis místico.
¿El objeto del arte es gustar a la gente o expresar la totalidad de la profundidad del alma humana?
La respuesta a esta pregunta solo puede ser una cuestión personal. Es arte no ciencia. Si crees lo primero deberías limitarte a aquello que gusta, sea bueno o malo y censurar todo intento creativo que vaya en otra dirección. Si crees lo contrario y sientes que las reglas son limitadas el paso lógico es transgredirlas. En cualquier caso es objetivo decir que si la música solo se limita a ser bonita para gustar será un mero objeto de capricho, algo superfluo, insignificante.