He dormido menos de 6 horas como siempre. A excepción de
cuando duermo menos de 5. Con el tiempo se aprende que dormir es
prescindible. Llegando a la estación me
levanto y miro si llevo dinero en la cartera porque ya no sé ni lo que llevo
encima. Me pago un café con leche y medio pincho de tortilla. Recorro los
pasillos de Clot y entre la multitud de caras desconocidas me topo con una que
no lo es. El padre de un viejo amigo, muy viejo y muy amigo. No me ve y no me
saluda. O no quiere verme y no quiere saludarme. No me importa. Sí que me
importa. Y ahora a encerrarme en una catedral de números durante 8 + 2 horas
sin contar los desplazamientos. Y desde abajo me mira el viejo Aqualung y se ríe
de mi el muy cabrón…
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