“ Había ceniceros de plata y teteras plateadas georgianas. La vajilla, si no de Rockinham y Devenport, lo parecía. Los servicios “Blind Earl” eran en verdad primorosos. El té era el mejor de la India, Ceylán, Darjeeling, Lapsang... Y en cuanto a las delicadezas culinarias, podía pedirse lo que se quisiera...¡y conseguirlo! “
En el hotel Bertram -
Agatha Christie
Hoy en día mucha gente coincidirá en calificar a la prolífica Agatha Christie como la reina del crimen literario. Quien más quien menos ha tenido alguna vez una de sus novelas entre las manos y ha pasado una agradable tarde lluviosa desentrañándola. No obstante, quizá ya sean menos los lectores que realmente se hayan sumergido en su mundo en toda su extensión y hayan intentado desvelar las claves de su éxito. Con 79 novelas de misterio a sus espaldas Christie ha demostrado poder superar las barreras del tiempo y ha llegado a muy diversas generaciones de diferentes nacionalidades ( sus libros han sido traducidos a casi cien lenguas) pero ¿ puede el glamour aristocrático anglosajón de principios del siglo XX sobrevivir a nuestra actual, moderna y ajetreada sociedad llena de estímulos audiovisuales? ¿ Seguirá interesando a los jóvenes del siglo XXI su literatura?
La
respuesta a estas preguntas sólo el tiempo nos las dará pero es
indiscutible que las novelas de Agatha, aún y siendo consideradas de
“lectura fácil”, de entretenimiento o incluso folletinescas,
tienen algo especial.
En
primer lugar, ese ambiente ya mencionado de la alta aristocracia
inglesa tan alejado de nuestra vida diaria actual pero que nos
fascina con su distinción. Aunque también aparezcan personajes de
clase humilde ( el correcto mayordomo, la poco discreta doncella, el
malhumorado jardinero,...) la mayoría de historias de Christie
tratan de gente con dinero y clase (pueblan sus páginas grandes
duques, ricas herederas, familias burguesas venidas a menos, el
típico gentleman que
vive de rentas, un puñado de militares retirados, etc.). Retrata una
época entre guerras, muy clasista y compleja en la realidad pero que
en la ficción nos hace soñar con mujeres elegantemente ataviadas,
en fabulosos caserones de la época victoriana, caballeros tomando
sirop de cassis,
partidas de bridge,
grandes viajes a las colonias de Oriente Medio y bondadosas ancianas
chismorreando mientras toman el sagrado té de las cinco. Ese glamour
nos aleja de nuestros problemas
cotidianos pero en todos los libros encontramos también un factor
muy humano que nos engancha y nos identifica con los personajes.
Hablando
de éstos debemos destacar al gran detective Hércules Poirot, con
sus manías y su “orden y método”; un personaje de peso con una
evolución muy interesante en las diferentes novelas. Es mucho más
que el detective que resuelve todos los misterios y en la actualidad
se ha transformado ya en un personaje fluctuante (como diría el gran
Umberto Eco) saliendo de su propio mundo de papel, conquistando el
mundo audiovisual, para pasar a formar parte del imaginario colectivo
(¡aunque no haya leído ni un solo libro donde aparezca todo el
mundo sabe quien es Poirot y conoce su inconfundible bigote!). En su
época tuvo tanto éxito que la propia autora le cogió cierto
antagonismo sintiéndose celosa de su propia creación pero creo que
en más de una ocasión algún lector habrá lamentado que Hércules
no exista en la vida real para poder consultarle en caso de apuro.
Aprovecho para nombrar “El Telón” obra cumbre de todas las
protagonizadas por el detective pero que paradójicamente
recomendaría leer en último lugar o por lo menos cuando el lector
haya desarrollado cierto afecto por el personaje.
Por
otro lado, no debemos olvidar a la quisquillosa Miss Marple y a los
no tan conocidos Tommy y Tuppence, entrañable pareja protagonista de
aventuras con más acción y llenas de espionaje y mensajes en clave
de las que siempre salen airosos a pesar de su imprudencia natural.
Las novelas de Agatha también están llenas de magníficos
personajes secundarios que van haciendo su aparición a intervalos
regulares: El inspector-jefe Japp, el capitán Hastings, Madame
Oliver (una sutil parodia de la misma autora),... A pesar de tan
maravillosos y sólidos personajes habituales, en mi opinión, las
mejores y más bien elaboradas tramas de la autora británica las
encontramos en las novelas en las que no aparece ninguna de sus
creaciones estelares y donde los protagonistas de cada historia nacen
y mueren (nunca mejor dicho en este caso) en ella. Como ejemplo
recomendaría al lector que quiera iniciarse en el mundo Christie que
empezara con “Diez Negritos” o con “Noche Eterna”; dos
pequeñas obras de arte.
Por
lo que se refiere al estilo literario propiamente dicho no negaré
que se trata de una lectura sencilla y asequible para todos los
públicos (muchos de sus relatos se publicaban por entregas en
revistas y periódicos semanales de la época). Es un estilo ligero
pero bien construido y lleno de musicalidad. Siempre he creído ver
en la buena literatura cierta similitud con la música. Dejando a un
lado el contenido de un texto, un autor (aunque escriba en prosa) es
capaz de imprimir ritmo y sonido a sus textos. Las novelas de
Christie tienen esa música relajante que invita a la desconexión
del mundo real (ideal para antes de acostarnos tras un día
particularmente estresante ) como si de una terapia se tratara a la
vez que pone a prueba nuestro ingenio. Agatha se enorgullecía al
afirmar que ella siempre era honesta con el lector, a pesar de ser
parodiada por todo lo contrario en la desternillante película del 76
“Un cadáver a os postres” de Robert Moore, y de proporcionarle
todos los datos e informaciones para encontrar la respuesta por si
mismo usando sus pequeñas células grises. No
obstante, su éxito no radica únicamente en el reto que supone la
resolución del enigma ya que sus novelas más deliciosamente
diseñadas pueden resultarnos igual de interesantes , o incluso más,
aunque las leamos por segunda o tercera vez y ya sepamos quien es el
asesino.
La
leyenda dice que la autora británica poseía una extraordinaria
mente criminal, capaz de llevar a cabo el crimen perfecto e incluso
que la policía le pedía consejo en los casos sin resolver de
Scotland Yard. Por suerte para miles de lectores de todo el mundo,
canalizó sus tendencias homicidas ( si realmente las tenía) en la
literatura presentándonos los más variados e imaginativos
asesinatos despojados de la sordidez que los caracteriza por
naturaleza. A menudo se la ha criticado de relatar “crímenes sin
sangre” e incluso fríos pero lo que en otro contexto nos
repugnaría se nos ofrece en bandeja y acompañado de un taza de té
fuerte y reconfortante con un punto de intriga y emoción como una
“Muerte Deliciosa” (pastel que Mitzi, cocinera de Little Paddoks,
suele preparar en “Se anuncia un asesinato”).
¿Alguien quiere un pedazo?
¿Alguien quiere un pedazo?
Anna
Caballé